Portada del sitio - Noticias - El genocidio sobre la clase trabajadora

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El terrorismo de Estado fue la herramienta utilizada para realizar el genocidio. Este tuvo como principal objetivo a la clase trabajadora, con la finalidad de disciplinar, aterrorizar y preparar el terreno para reducir las conquistas logradas por los trabajadores a través de las luchas de casi un siglo y poner en marcha su plan económico.

En el marco de este plan de exterminio, no se atacó a los obreros indiscriminadamente sino que se implementó una planificación para destruir y erradicar a las dirigencias combativas, desapareciendo a dirigentes y cuadros medios, comisiones internas y cuerpos de delegados con la complicidad de los empresarios, de los dirigentes de sindicatos colaboracionistas, de los jefes de personal, los directivos de las fábricas.

En este sentido, es evidente que Martínez de Hoz no era un funcionario de Videla, sino que la Junta militar fue el instrumento necesario para que los grupos económicos que éste representaba llevaran adelante su plan, y que la que sufrimos fue una Dictadura cívico-militar.

Aproximadamente, son 10.000 los compañeros trabajadores desaparecidos. En el gráfico podemos ver con claridad el eje en la clase trabajadora del plan de exterminio.

Un segundo eje, que se hace evidente en el gráfico siguiente, es que el sujeto dilecto del exteminio es la juventud.

Pero el fin primero, y no último, de este plan de exterminio fue instaurar el plan económico y social de la Dictadura. Citaremos a Rodolfo Walsh en su magristral Carta Abierta a la Junta Militar, hecha pública en 1977 a un año del golpe de Estado.

“En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.

En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.

Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.

Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares.”

Pero los frutos de este plan se perpetúan. Que hoy el 30% de los argentinos sobreviva bajo la línea de pobreza es consecuencia y continuidad de estos crímenes. El plan económico de la dictadura es inescindible del plan de exterminio, las empresas y grupos económicos que se beneficiaron de este plan y que hoy tienen el control del país, también deben ser juzgados. Como dice Carlos Slepoy, “algunos chanchos están siendo juzgados pero no los que les dieron de comer y los que se beneficiaron de todo esto” (ver nota). Por eso, modificar la injusta matriz distributiva de nuestro país es una tarea indelegable, para que la Dictadura no triunfe, para vivir en una Argentina justa.

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Carta Abierta a la Junta Militar, Rodolfo Walsh

* Adjuntamos un PDF, con la Carta Abierta de Rodolfo Walsh, preparada para fotocopiar y armar como folleto.