Como cuando te caés y te das un golpe, y te dicen que fue una caída importante, así que algo tenes, con ese golpe en caliente no lo sentís y cuando se enfría el cuerpo ahí empezás a sentir la molestia, el dolor…
Y otra vez más ante los Tribunales Provinciales, una puerta donde dicen que atiende la señora justicia, con las bicis, los mates, con todo como siempre. Con algo distinto el rumbo. Y nos íbamos para otro lugar donde los azules... esos mismos que estaban en la puerta de Tribunales, que muy amablemente preguntaron: ¿por qué tramiten vienen? Y con la misma amabilidad se les contestó que por ninguno en especial, “sólo por justicia, nos juntamos como siempre acá, pero esta vez vamos hasta la escuela donde lo mataron al Pocho”. La respuesta del azul fue silencio y nada más.
Así que juntamos pinceles, botellitas de agua y fuerzas para seguir pedaleando para buscar justicia.
El sol salió una vez más y nos acompañó todo el recorrido hasta la Escuela Serrano, en el recorrido lo mismo de siempre, las charlas de bici en bici, musiquita, chistes y cosas que van haciendo que el recorrido sea liviano.
Y cuando vamos llegando cerca del Casino y pegamos la vuelta por una calle ya había como un silencio, de esos que vamos entendiendo todos.
Primera parada de este recorrido en el centro de salud Pocho Lepratti y ahí una marca…
Y ya seguimos porque estábamos cerca de la Escuela Serrano y el silencio ese se sentía en el cuerpo un poquito más.
Llegamos con un abrazo de bicicletas a esa escuela que vio a Pocho por última vez, que lo vio durante un montón de tiempo llegar así en la bici como nosotros, entrar y laburar.
Como laburan las hormigas, silenciosas pero con su objetivo claro, así llegamos.
El patio que ve todos los días como juegan los pibes, se corren y se llenan de risas, se llenó de ese silencio que envuelve, que te abraza, te da justito ahí físicamente en el corazón o el alma como quieran elegir. Esos silencios se llenan, hasta el tope rebalsan y brotan de distintas maneras, se caen en lágrimas, en sonrisas, en palabras, y ahí se empezaron a caer. Era difícil arrancar, se sentía y se sabía, hasta los más duros, esos que uno ve de lejos y siempre tienen todo bajo control, estaban con la guardia un poco baja.
Pero se escuchó esa vocecita que se escucha ya hace como diez años, si diez, este año diez…
Era Celeste (la hermana del Chaio, como le dicen al Pocho por sus pagos de Concepción) contando que bueno, llegamos a este lugar, que había sido su último lugar…el silencio una vez más, pero como son esas cosas que no se saben de donde vienen, las risas de los chicos que estaban ahí empezaron a aflojar el clima, costaba pero se lograba de a ratos y comenzaron las anécdotas contadas por Laura, la hermana del Chaio, las que contaba la Flaca o el Moncho, iban llegando, aterrizaban en ese patio de la escuela, nos sobrevolaban nos abrazaban y podíamos sentir que por ahí estaba el Pocho dando vueltas, con el mate así debajo del brazo, a un costado mirándonos y como en cualquier momento iba a decir algo así como de atrás, como nos contaba Gustavo que solía hacer que así de la nada salía con una frase o un comentario y dejaba a todos con la palabra así en suspenso y reflexión.
Es verdad la frase al Pocho no lo mataron lo multiplicaron, y parece loco pero que bueno que lo multiplicaron porque tipos como el Pocho nos están haciendo falta. Y ahí está nuestro desafio, multiplicar, ser cada uno un poquito de Pocho, Pochitos que van volando, arriba de una bici por nuestro mundo.
Y así fue la hora de la vuelta y otra vez ese silencio que nos abrazaba ya no era como algo pesado, volvían las bicicletas, calladas, con el cuerpo ya en frío, pensando que la justicia la hacemos entre todos, que la multiplicación no solo que es posible, sino que es nuestra tarea, que se logra día día… las bicicletas seguirán rodando.
En cada pedaleada que vamos dando, estamos más cerca, las bicis seguirán girando…
Producción: Secretaría de Cultura de CTA Rosario, Equipo de Comunicación de CTA Rosario, Arte por Libertad