La Constituyente Social de la Argentina es democracia profunda, participativa y protagónica. Es alegría y esperanza del pueblo. Es solidaridad en su máxima expresión. Es juventud…como estado de ánimo y no como franja etaria. Es Movimiento.
Es la reunión de experiencias territoriales de grandes, jóvenes y chicos, de zonas rurales y ciudades. Es barrio, club, bodegón, centro comunitario, centro cultural. Es el grupo que baila reggaetón, árabe, cumbia cruzada, salsa y tango. Es comparsa, murga y batucada. Es el ritmo distinto. Es el ritmo del cambio.
La Constituyente fue la fiesta sin fin en el Alto Comedero jujeño de octubre del año pasado y el mate compartido en la plaza contra el hambre de diciembre. Es educación libertadora y signo de buena salud, como nuestra joven casa de Capital, inaugurada en junio donde reinaron todas las tonadas y sonrisas de cada rincón del país.
Será el próximo festival de agosto en Embalse y un Bicentenario que al menos se inspire en las palabras del patriota de la humanidad, el cubano, José Martí: “La verdad quiere arte, solo triunfa lo bello”, en el “Plan de operaciones” de Mariano Moreno y en el grito de Perón: ¡Llegó la hora de los pueblos!
Es ser responsables en lo ecológico, distribuir la riqueza, hacer la radio popular, el folletín, la revista y el canal. Es recuperar nuestros recursos naturales, combatir el saqueo, la corrupción, la impunidad, la desocupación y el trabajo esclavo, precario y paupérrimo al que nos somete el sistema en este tiempo especial e histórico sin igual.
Es sembrar antiimperialismo e integración latinoamericana y caribeña, como instinto popular. Como nos explicó Fidel es “altruismo y honradez” o más simplemente, como lo expresó Julia Gold, una poeta no muy conocida, que recita mi vieja, la Constituyente Social de la Argentina es EL SIMPLE AMOR HUMANO.
Es la organización de la capacidad de creación que en pleno trabajo despliega cada habitante y aporta al país, donde privilegiamos la libertad, la justicia, la fraternidad, la verdad y la igualdad.
Es la fuerza de la dignidad que se transmite en las miradas de confianza, en el gesto compañero y en el desafío de desterrar la mirada desconfiada que intenta separarnos. Es una revolución en si misma y que se expande si somos entusiastas comunicadores de lo que vivimos y hacemos.
Es un mural con los colores de la patria. Es una banda que suena a liberación armoniosa. Es una batalla artística, mediática, obrera, callejera, estudiantil, campesina, originaria, que con planificación y acción directa, suma resistencias, transforma sus dolores en verdaderas ofensivas, donde aparece una y otra vez, como en el cantar de Alejo: “El brillo del amor”.
Es nombrable como el título de una obra literaria de Claudia: “Caleidoscopio de rebeldías”. Y hablando de las artes de una obra multifacética y cultural, es la actuación que tiene por protagonista al pueblo que quiere y logra felicidad. Es la imposibilidad de cualquier traición, es unidad e invención, es un sueño hecho realidad que no terminará aún alcanzada la victoria.