En todas las épocas aparecen grietas, y estas necesitan de manos que las corrijan, que refunden. La juventud tiene el poder de erigir su horizonte. Y no hay que establecer límites etarios para esa mirada inquieta al futuro, la juventud ha de asumirse como “un estado de ánimo, un movimiento”.
Así lo dejó caer la tinta impregnada en Sentidos de la Constituyente Social, un documento que mientras corría junio escribieron chicos y chicas de Rosario, la ciudad natal del Che. El texto, que leí gracias a unos colegas implicados en las luchas que allí comienzan, no deja dudas de que los jóvenes argentinos han salido una vez más a dar la cara.
Ya conocíamos esa tradición, y hasta sus consecuencias. Las habíamos vivido de forma poética en Nueces para el amor, mucho más desconcertante en La Historia Oficial o tenue y gélida en Iluminados por el Fuego.
Por los ejemplos, parece que hablamos de ficción. Entonces recordemos el Cordobazo; la Noche de los lápices y otras tantas en tiempos de dictadura; las calles tomadas contra las privatizaciones y el hambre; los colegios en paro; la juventud uniendo, conspirando.
Más recientemente, muchos jóvenes apuestan por la Constituyente Social, echada a andar en Jujuy en octubre del pasado año. Como expresaron los muchachos y muchachas de Rosario, se trata de “una batalla artística, mediática, obrera, callejera, estudiantil, campesina, originaria, que con planificación y acción directa, suma resistencias, transforma sus dolores en verdaderas ofensivas”.
El inmenso tapiz para una nueva Argentina, que se teje en cada rincón del país, viene ideándose desde el 2001, con un sólido respaldo de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA).
Una distribución equitativa de la riqueza; la recuperación de los recursos naturales; el cierre a las prácticas corruptas de la oligarquía; la lucha contra la impunidad, el desempleo, la violencia; la ampliación de oportunidades educativas y de salud, y una comunicación que mire más hacia abajo, hacen caudalosa la corriente de este movimiento político, social y cultural. Un movimiento que también pretende instaurar de una vez la democracia participativa y convertir en cotidiana la soberanía del pueblo.
La complicidad con esos principios hizo que no existieran palabras desconocidas en el Encuentro Nacional de Jóvenes Hacia una Constituyente Social, celebrado el pasado agosto en Embalse Río Tercero, Córdoba.
Durante tres días –desde el 15––un extenso debate esbozó estrategias para que esta propuesta colectiva tuviera un rostro juvenil. Entre mate y mate, dijeron las crónicas, más de 2000 chicos y chicas de organizaciones barriales, universitarias, sindicales, religiosas, partidos políticos y de pueblos originarios hablaron de la Constituyente como un camino de unión para repensar la nación que quieren.
El espacio, que tuvo sabor a festival, ayudó a abrirle las puertas a una Jornada Nacional de Movilización, que se desarrollará el próximo 23 de octubre, al cumplirse un año del Encuentro Nacional hacia una Constituyente Social, realizado en Jujuy.
Esta será una intensa primavera. En Neuquén, entre el 20 y 21 de noviembre, otra vez los jóvenes debatirán sobre la Constituyente. Para muchos, parece cernirse con ella una revolución, el derrotero de un utopismo posible. Y no hay tiempo que perder. Ahora es cuando.
Por Miriela Fernández Lozano, La Habana, Cuba. www.ecaminos.org